El gato en la meditación
Habiendo escrito un libro sobre la locura,
me vi obligado a preguntarme cuantas de las cosas que hacemos nos vienen
impuestas por la necesidad y cuantas se basan en el absurdo.
¿Por qué usamos corbata?
Si vivimos en un sistema decimal, ¿Por qué el
día tiene 24 horas de 60 minutos cada una?
Muchas de las reglas que obedecemos hoy en día
no tienen ningún fundamento. Y a pesar de esto, si pretendemos actuar de una
manera diferente, dirán que estamos “locos” o que somos unos “inmaduros”. Mientras
tanto, la sociedad va creando sistemas que, con el correr del tiempo, pierden
su razón de ser, pero continúan imponiendo sus reglas. Una interesante historia
japonesa ilustra lo que quiero decir:
Un gran maestro zen, responsable del
monasterio de Mayu kagi, tenía un gato que era su pasión. Durante las lecciones
de meditación mantenía a su lado a su gato. Cierta mañana, el maestro, que ya
estaba muy mayor, apareció muerto. El discípulo más aventajado ocupo su lugar.
¿Qué vamos a hacer con el gato?-la
preguntaron los otros monjes.
En homenaje a su antiguo guía, el nuevo
maestro permitió que el gato continuase presente en las clases de meditación
zen.
Algunos discípulos de monasterios vecinos,
que viajaban por la región, descubrieron que, en uno de los más prestigiosos
templos de la zona, un gato participaba en las meditaciones. La noticia corrió.
Transcurrieron muchos años. El gato murió,
pero los alumnos del monasterio estaban tan acostumbrados a su presencia que se
hicieron con otro gato.
Mientras tanto, otros templos empezaron a introducir gatos en sus meditaciones:
pensaban que el gato era el verdadero responsable de la fama y de la calidad de
la enseñanza de Mayu Kagi, y se olvidaban de que el antiguo maestro había sido
un excelente instructor.
Pasó una generación, y empezaron a surgir
tratados técnicos sobre la importancia del gato en la meditación zen. Un profesor
universitario desarrollo una tesis defendiendo que el felino tenía la capacidad
de aumentar la concentración humana, y eliminar las energías negativas.
Durante un siglo, se consideró al gato como
parte esencial en el estudio del budismo zen en esa región. Hasta que apareció un
maestro que tenía alergia al pelo de los animales domésticos y prescindió del
gato.
Se produjo una gran reacción en contra,
pero el maestro se mantuvo firme en su decisión. Como era un excelente
instructor, los alumnos continuaban con el mismo buen rendimiento en sus
estudios, a pesar de la ausencia del gato.
Poco a poco, los monasterios –siempre en
busca de nuevas ideas, y cansados de tener que alimentar a tantos gatos- fueron
eliminando a los gatos de las clases. Al cabo de 20 años empezaron a aparecer nueva
tesis revolucionaria como “la importancia de la meditación sin gato”.
Transcurrió otro siglo, y el gato salió por
completo del ritual de meditación zen de aquella región. Pero hicieron falta
200 años para que todo volviese a lo normal.
¿Cuántos de nosotros nos atrevemos a
preguntar por qué actuamos de determinada manera? ¿Hasta qué punto, en lo que hacemos,
nos servimos de “gatos “inútiles que no eliminamos porque cierta vez nos
dijeron que los “gatos “eran importantes para que todo funcionase bien ?
Paulo Coelho
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